Desde las tristes márgenes del Sena,
cubierto el cielo de apiñadas nubes,
de nieve el suelo, y de tristeza el alma,
salud te envía tu infeliz amigo,
a tí mas infeliz!...y ni le arredra
el temor de tocar la cruda llaga,
que aun brota sangre, y de mirar tus ojos
bañarse en nuevas lágrimas...¡Qué fuera
si no llorara el hombre?...Yo mil veces
he bendecido a Dios que nos dio el llanto
para aliviar el corazón, cual vemos
calmar la lluvia al mar tempestuoso.
Llora pues, llora: otros amigos fieles,
de mas saber y de mayor ventura,
de la estoica virtud en tus oidos
harán sonar la voz: yo que en el mundo
del cáliz de amargura una vez y otra
apuré hasta las heces, no hallé nunca
más alivio al dolor que el dolor mismo; [...]
¿Lo creerás, caro amigo?...Llega un tiempo
en que gastados del dolor los filos,
ese afán, esa angustia, esa congoja,
truécanse al fín en plácida tristeza;
y en ella absorto, embebecida el alma,
repliégase en si misma silenciosa,
y ni la dicha ni el placer envidia. [...]
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